La educación emprendedora se define como el enfoque educativo que posibilita el potencial emprendedor de las personas y contribuye a su crecimiento integral, principalmente en tres grandes dimensiones: intelectual, social y moral.
- En primer lugar, favorece el desarrollo de la inteligencia, potenciando habilidades como la creatividad y la innovación, que refuerzan la libertad y el carácter irrepetible del ser humano.
- En segundo lugar, facilita el crecimiento social, promoviendo la relacionalidad más allá de la reciprocidad, buscando el bien común y no sólo el bienestar propio, por lo que colabora en el desarrollo de virtudes sociales como la solidaridad y la cooperación.
- Para finalizar, potencia el crecimiento moral, que supone el desarrollo de la identidad personal, la autonomía y el liderazgo.
En la medida en que se formen las habilidades antes descritas, se estará formando también la competencia de emprender o competencia emprendedora. Ésta consiste en la capacidad de “actuar con autonomía”, mediante el despliegue de la habilidad para actuar, habilidad para hacer y llevar a la práctica los planes de vida y proyectos personales, y la habilidad para afirmar los derechos, intereses, límites y necesidades.
Indiscutiblemente, las metodologías innovadoras son el vehículo para desarrollar las competencias, independiente de cuál de ellas se desee trabajar. Éstas deben ser activas, centradas en el estudiante, participativas, y deben ofrecer múltiples situaciones contextualizadas, reales y variadas. Las metodologías más comunes a la hora de desarrollar una actitud emprendedora son el aprendizaje activo, el experiencial, las actividades fuera del aula, el estudio de casos, el aprendizaje basado en proyectos y el cooperativo, entre otras.